Existen diferentes propuestas de clasificación de las tareas motrices. Una de las más conocidas es la que propone Jean-Pierre Famose (1982). En ella se tiene en cuenta el grado de mayor o menor definición de los elementos básicos que las constituyen.

Esta clasificación nos permite no sólo identificar el tipo de aprendizaje que los alumnos realizan, sino también, el tipo de metodología más adecuada que el profesor debe utilizar.

Si consideramos que los elementos que constituyen cualquier tarea motriz son los objetivos que con ella pretendemos, las operaciones que se deben realizar y el acondicionamiento del espacio, es decir, el medio y el material, podemos establecer, a partir de las especificación o no de los mismos, diferentes tipos de tareas, las cuales irán desde los planteamiento de mayor libertad del alumno a los mayor directividad por parte del profesor.

Según el citado autor, el primer grupo lo forman las tareas definidas; en ellas el grado de especificación de los elementos puede ser máximo y la intervención del profesor total. Los alumnos no toman decisiones, siendo el profesor el que lo hace, y éstos se convierten en meros reproductores de lo que se les solicita.

Estas tareas responden a un modelo instructivo y persiguen el aprendizaje de patrones motrices estereotipados, anulando la creatividad y la implicación cognitiva de los alumnos.

El segundo grupo lo constituyen las tareas semidefinidas; en éstas se específica alguno de los elementos que las constituyen; es decir, se dan orientaciones a los alumnos. Todas ellas forman lo que se conoce como situaciones problema: el alumno se convierte en un investigador que tiene resolver los problemas planteados.

LOS TIPOS DE TAREAS MOTRICES

A pesar de que el objetivo solicitado por el profesor a los alumnos es único, las respuestas de éstos pueden ser variadas y todas ellas válidas. En esta ocasión el profesor asume la mayoría de decisiones, aunque deja algunas a los alumnos. Estas tareas favorecen en los alumnos el aprender a prender.

Finalmente, el tercer grupo lo forman las tareas no definidas; en ellas el grado de especificidad de los tres elementos es escaso o no existe y, por tanto, el grado de intervención del profesor es mínimo; dejando éste la mayoría de decisiones a los alumnos. Estas tareas fomentan la creatividad del alumno y la educación emancipadora.

En cada uno de los grupos descritos existen diferentes tipos de tareas motrices. En la propuesta de aprendizaje significativo de las habilidades y destrezas motrices básicas nos vamos a situar básicamente en el tipo de tareas no definidas y semidefinidas.

Los criterios de elección de un tipo u otro de tareas estarán condicionados por la edad de los alumnos y por el grado de dificultad y especificidad de la habilidad.

En cuanto a la edad de los alumnos, utilizaremos sobre todo tareas no definidas cuando más pequeños sean éstos y, semidefinidas cuanto mayores sean. La menor o mayor dificultad así como la menor o mayor especificidad de la tarea hará que utilicemos las no definidas en el primer caso y las semidefinidas en el segundo.

En el diseño y posterior propuesta de las tareas a los alumnos con el fin de desarrollar habilidades y destrezas motrices básicas procuraremos tener en cuenta las siguientes consideraciones:

En referencia a la presentación de la tarea:

– Decir lo que se tiene que hacer y no cómo se hace.
– Utilizar un vocabulario y terminología adaptados a los alumnos.
– De manera que planteen un conflicto cognitivo.

Tener en cuenta:

– Los prerrequisitos necesarios para su aprendizaje.
– Que han de activar en los alumnos ideas, conocimientos o experiencias anteriores que sirvan de referencia y base para la construcción de los nuevos aprendizajes.
– Que permitan diferentes ritmos de progresión en función de las individualidades de los alumnos.

Buscar la significación de la tarea según:

– El dinamismo: que exista movimiento, que implique el trabajo de diferentes segmentos y masas corporales, que consuma energía.
– La originalidad: tareas novedosas, no conocidas, que inciten a los alumnos a descubrir, a implicarse, etc.
– La carga: que suponga un reto, una necesidad de superarse, de vencer un nuevo obstáculo.
– El sentido: que el alumno encuentre utilidad en ella, que sirva para alguna cosa, que tenga una aplicación, etc.
– La apertura: que permita diferentes respuestas o diferentes variantes en la respuesta, de tal manera que todos los alumnos se sientan satisfechos con su resultado personal, que todos puedan tener éxito.