Mucho hemos hablado sobre el peso, sobre la grasa, sobre la comida y sobre la importancia de estos elementos a la hora de tener un abdomen marcado. En realidad se trata de un proceso complicado, demorado y de mucha disciplina que, en todo caso, no resulta tan complicado a la hora de entender cómo hacerlo. Basta con saber que es tan fácil como tomarse un plato de sopa.

Durante los primeros meses de entreno de un hombre siempre se repite la misma batalla: el peso del músculo ganado casi compensa el peso de la grasa perdida por lo que los resultados en la báscula son casi inapreciables. Y, lo normal, es que pidas explicaciones. La buena noticia es que las hay, especialmente una muy sencilla: como la capa de grasa es tan ancha, aunque ese hombre pierda la mitad seguirá teniendo la misma forma. Es necesario perder mucho porcentaje de grasa para que se lleguen a perfilar los músculos. Por eso siempre es bueno acudir al ejemplo de la sopa y los abdominales.

Imagínate un plato de sopa con un dibujo en el fondo. Puedes estar tomándote el líquido y no verás el dibujo hasta que ya te quede muy poco en el plato. Eso pasa con los abdominales y el resto de músculos que tenemos en el cuerpo. Mientras tengas una capa de grasa encima, da igual que ésta sea de tres o seis centímetros, no verás tus relieves hasta que la hayas eliminado toda.

El convencimiento total llega el día en que se empiezan a ver algunos grupos musculares, y luego otros. Y así hasta llegar al abdomen. Es normal que durante este proceso veas los primeros resultados en músculos pequeños como los bíceps, los tríceps, el hombro, entre otros. Obviamente es cuestión de tiempo que ocurra lo mismo con los grupos musculares más grandes como el pecho, la espalda, las piernas y el abdomen. Lo importante es entrenar de manera específica, descansar el tiempo adecuado y comer de la forma indicada.