El principio de lo consciente contempla una preparación que posibilite a cada deportista saber por qué y para qué actúa. Además, una conducción del entrenamiento y una actividad tal entre el entrenador y sus alumnos.

Una clara y concienzuda compresión de los fines, las tareas del entrenamiento, sus medios y métodos, garantiza un exitoso aprendizaje de la técnica y la táctica deportivas. No sólo eso. También un efectivo desarrollo de la fuerza, la rapidez, la resistencia, la educación de las cualidades volitivas y morales, y mejores resultados en las competencias.

La relación consciente hacia el entrenamiento deportivo se caracteriza, ante todo, por la claridad de los objetivos. De igual manera, se destaca por la comprensión del significado social de la actividad deportiva y del crecimiento del deportista.

El objetivo más lejano de los jóvenes deportistas es alcanzar la maestría deportiva después de varios años de entrenamiento. Sin embargo, un objetivo lejano puede influir, positivamente, sobre el proceso de entrenamiento sólo a condición de de un interés deportivo muy estable del deportista. Es por ello que junto a ese objetivo perspectivo se le plantean al deportista otros más cercanos.

El logro de los objetivos directos y cercanos y, posteriormente, los lejanos, constituye un proceso orgánicamente relacionado. Un objetivo lejano, claro y atrayente y la posibilidad de realizar los fines cercanos, influencian poderosamente en el logro de los objetivos directos de las sesiones de entrenamiento.

A su vez, un entrenamiento exitoso fortalece la confianza en las propias fuerzas y la certeza en las posibilidades de obtener los fines lejanos propuestos.

OBJETIVO DEL PRINCIPIO DE LO CONSCIENTE

El gran papel del principio de lo consciente se manifiesta en la educación de las cualidades morales y volitivas de los deportistas, en el dominio de la técnica y la táctica deportivas y en su perfeccionamiento. Es imposible aprender algo sin la participación de la conciencia.

Un buen estado psíquico para la realización de determinados movimientos o para el aprendizaje de los procedimientos técnicos resulta imposible sin un espíritu consciente frente a las acciones a realizar.

Para ello el deportista deberá comprender la esencia del relajamiento y saber cómo puede lograrlo. Las acciones prácticas del deportista en las competencias exigen de él abordar la situación de forma profunda, consciente, razonada y aplicar creadoramente sus fuerzas.

De este principio se desprende la siguiente regla: el estudiante debe conocer el resultado de su actividad así como la valoración que se da a los ejercicios realizados. Cuando un deportista, después de la realización de un ejercicio dado, se rinda cuentas de lo que hizo, analice sus movimientos, juzgue sus errores y sepa cómo superarlos, estará en condiciones de repetir el ejercicio con más éxito.

El conocimiento de los resultados obtenidos no sólo es necesario durante el aprendizaje, sino al realizar cualquier ejercicio de entrenamiento.

El deportista está obligado a conocerse a sí mismo; a comprender los psíquicos y físicos de su organismo; a saber valorar y controlar, subjetiva y objetivamente, sus sensaciones y su capacidad de trabajo. El deportista, como el músico, debe aprender a escucharse a sí mismo, sentir cuando se equivoca.

Finalmente, este principio es inconcebible sin la actividad y la independencia de la persona que se entrena. Aunque, naturalmente, su relación activa con el proceso de entrenamiento debe ser controlada y orientada por el entrenador.