A menudo comparo entrenar con cepillarse los dientes. No es algo divertido, pero cuando lo haces te sientes mejor. ¿O no? Pues con el entrenamiento pasa exactamente lo mismo: aunque no te divierta, deberías hacerlo casi instintivamente, como el cepillado después de comer, o sea, como si se trata de una medida de higiene o salud más. Si lo haces así, ya verás como el día que faltes a tu cita con el gimnasio lo echarás mucho de menos. Habrá pasado a formar parte de tus hábitos de vida.

Con quiero decirte que debes considerar el ejercicio como algo importante para tu vida y tu salud, algo que debes practicar regularmente, como cepillarte los dientes. Y más en estos primeros momentos, cuando de lo que se trata es de ponerse en forma. ¿Qué necesitas? Pues básicamente dos cosas: motivación, que corre de tu parte, y un plan, que es de lo que ya hemos hablado en otras ocasiones. La idea es que sea un buen plan, un muy buen plan. Tanto, que debas seguirlo si de verdad quieres tener el cuerpo que deseas. No te muevas por impulsos o por otras opiniones: céntrate en él y verás cómo los resultados acabarán llegando más pronto que tarde.

😉 Si eres fiel, éxito garantizado

Un buen plan, como una buena cepillada de dientes, es lo que marca la diferencia entre el éxito o el fracaso del entrenamiento, sea el nivel que sea, seas deportista profesional o aficionado. El peligro puede venir cuando el plan de entrenamiento es modificado por otro entrenador o por ti mismo. Pues cada persona tiene sus respectivos métodos y es mejor que su plan no sea interferido por elementos extraños. Se puede comparar el plan de entrenamiento con un plato de preparado por varios cocineros que añaden y quitan sin saber qué han hecho sus colegas. Pues eso mismo. Por eso, tienes que serle fiel a un solo plan. El mío funciona y está contrastado. Pero si prefieres otro, ver por otro, e insiste con él hasta el final.