La mejor dieta del mundo falla si se come más de lo que el cuerpo necesita. Por ello, debes tener muy presente que no hay que comer hasta que se nos haya pasado el apetito, hasta que no tengamos hambre. No más. O lo que es lo mismo, hay que combatir la sensación de saciedad, ese «ya no me cabe nada más en el estómago» que tanto vuelo tiene en nuestra cultura.

Al principio te costará abandonar la mesa en el momento en que se te haya pasado la sensación de hambre que te llevó a sentarte. Podrías comer más y tú lo sabes, pero no lo necesitas. Cuando tu cuerpo vuelva a requerir energía, ya te avisará. De este modo te aseguras que estás aportando las cantidades de energía que necesita en cada momento. Por supuesto, no es fácil dejar de comer cunado aún queda comida en el plato. Y menos si aún se trata de un manjar, pero tienes que educar tu apetito y aprender tú mismo a usar tu parte racional del cerebro sobre aquella otra animal (el cerebro reptil que llaman) que es el que te empuja a no dejar ni una miga.

En caso de duda, ten siempre presente esta frase: «Es más fácil no ingerir kilocalorías que quemarlas». Una obviedad como la copa de un pino, sí, pero no tan fácil de cumplir cuando estés delante de una cena de amigos o de un buffet libre. El hambre está en el cerebro. Y el estómago es la víctima. Por tanto, hay que diferenciar entre el hambre consciente y el hambre inconsciente. El mismo gesto de comer viene del inconsciente. Todo el mundo sabe comer desde que nace. Y es tan fácil comer, que uno no se da cuenta de lo que ha ingerido.

Por ello, estoy convencido de que la mejor manera de comer es ser consciente de lo que comes en cada momento, mirando por tus necesidades y tratando de anular comportamientos instintivos que te hagan comer de forma descontrolada. Piensa que hemos sido capaces de llevar al consciente todo el ritual de la comida… Pero nos falta el último paso: llevar al consciente lo que comemos y cuánto comemos. A propósito de esto, uno de los ejercicios que más recomiendo es que, aunque tengan mucha hambre, no se abalancen sobre la comida. Deben esperar unos segundos para ser conscientes del plato que tienen delante. De esta forma pasarán de comer de manera incontrolada a hacerlo de forma consciente.