La pregunta del millón sin dudad es ésta. Muchas veces los mejores propósitos de seguir una dieta sana o llevar una alimentación saludable chocan con la realidad de unas jornadas laborales partidas que obligan a comer fuera de casa y rápido, con todo lo que ello conlleva de desajustes en el aporte calórico.

Siempre que sea posible, has de dar prioridad a restaurantes de comida casera y variada, en cuyos menús buscarás un conjunto equilibrado. Por ejemplo, si el primer plato es fuerte, por ejemplo un guiso, el segundo debe ser ligero, o incluso prescindir de él. Y si el primero es verdura o ensalada, ricos en fibra, el segundo puede ser el aporte de proteínas que te falta, como pescado o carne. Otra cosa que suele pasarse por alto es el consumo de pan, que aporta muchos hidratos de carbono a nuestro cuerpo. Con una pequeña pieza tendrás más que suficiente.

De la misma manera, has de limitar los postres: un café, una infusión o una pieza de fruta son la mejor opción siempre. Intenta también ir a comer a la misma hora todos los días y no engullir la comida, sino dedicar a ella un mínimo de 45 minutos. Comer de prisa sin apenas masticar los alimentos produce malas digestiones. Si aun así te levantas con sensación de pesadez, un paseo bajo el sol de la mañana es una buena solución para mantenerte saludable.

🍔 Controla las Cenas

El ritmo de vida frenético hace que no dediquemos el tiempo necesario a comer de manera ordenada. De ahí que, al llegar la noche, se tienda a comer lo que no se ha podido comer durante todo el día. Y es normal, porque el cuerpo sólo pide aquello que no ha obtenido durante la jornada. El problema es que no es bueno comer demasiado en una sola comida, y, luego, es difícil meterse en el cuerpo tantas kilocalorías sólo con comida saludable, de ahí que la gente, muchas veces sin ser consciente de ello, opte por otras que no lo son tanto.

El resultado es una falta de energía durante el día, justo cuando la necesitas, y una sobrealimentación por la noche, justo cuando te hace menos falta. Lo primero, pues, que debes hacer en cuanto empiezas a vigilar tu alimentación es cuidar la cena. Como decían las abuelas: «hay que desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un mendigo». Lo ideal por las noches es comer lo mínimo, y para ello tendrás que trasladar las comidas más calóricas a otras horas.