Durante el proceso de entrenamiento, en el organismo del hombre tienen lugar múltiples cambios (morfológicos, fisiológicos, bioquímicos y funcionales). En particular, se fortalece el aparato oseo, se hacen más fuertes y elásticos los ligamentos y tendones, aumenta la masa muscular, mejora la elasticidad de los músculos y se eleva ligeramente su tono.

La musculatura del hombre que no hace deporte normalmente constituye entre el 35 y 40% del cuerpo, mientras que en los deportistas alcanza hasta un 50% e incluso más. Como resultado de algunos años de entrenamiento, la circunferencia de las caderas y los hombros pueden aumentar en 6-10 cm y, en algunos casos, hasta más. En ciertos casos puede observarse una disminución en lugar de aumento de la masa muscular.

Durante el trabajo muscular aumenta la cantidad de capilares abiertos, lo que crea mejores condiciones para el riego sanguíneo y, consiguientemente, para la alimentación de los músculos. Existe incluso la opinión de que no sólo aumenta la cantidad de capilares activos, sino que crean otros.

En particular, debe señalarse el importante papel del perfeccionamiento de los procesos bioquímicos en los músculos. Las investigaciones han demostrado que el coeficiente de acción útil, durante el trabajo muscular de los que se entrenan, es superior al de los que no realizan entrenamiento.

Bajo la influencia del entrenamiento deportivo se fortalece y perfecciona, funcionalmente, el sistema cardiovascular. Ha quedado establecido que las dimensiones del corazón aumentan a cuenta de una cierta hipertrofia de los músculos del mismo y de un pequeño crecimiento de sus cavidades, mientras conserva sus capacidades contráctiles.

ENTRENAMIENTO PARA EL CORAZÓN

El fortalecimiento del sistema cardiovascular permite un aumento del flujo de sangre a través de los músculos. Durante las cargas físicas puede ser de 4 a 9 veces mayor que bajo el reposo en el hombre que se entrena, mientras que en la persona sedentaria es sólo de 3 a 6 veces mayor.

También puede disminuir la frecuencia de las contracciones cardíacas en estado de reposo (bradicardia). Los deportistas bien entrenados, en particular los de distancias largas, tienen un pulso en estado de reposo de 40 ppm.

La frecuencia de las contracciones cardíacas de los deportistas entrenados, cuando realizan un trabajo intensivo, puede ser considerablemente mayor que la de las personas no entrenadas. Como si fuera poco, bajo la influencia de los ejercicios de resistencia disminuye algo el nivel de la presión sanguínea.

El entrenamiento deportivo influye en la composición de la sangre del deportista: aumenta el número de glóbulos rojos y el indicador hemoglobínico de la sangre. En relación con esto se eleva la capacidad de oxígeno en la sangre.

Por otra parte, ejercer una influencia positiva sobre el sistema respiratorio. En primer lugar, hay que señalar aquí el aumento de la capacidad vital de los pulmones. En alguien que no practica deportes esta capacidad es, por término medio, 3.500 cm3, en los deportistas es de 4.700 cm3.

Siguiendo por esa misma línea, decrece la frecuencia de la respiración. Si en las personas no entrenadas ésta es de 16-18 por minuto, en las entrenadas es de 10-12 por minuto.

Finalmente, diversas investigaciones han demostrado que el consumo límite de oxígeno en las personas entrenadas es considerablemente superior al de las no entrenadas y alcanza niveles muy altos, entre 5 y 6,5 l por minuto. El factor decisivo en el consumo máximo de oxígeno lo constituye el volumen-minuto del corazón.