Para saber cómo dosificar las cargas de entrenamiento en niños y jóvenes es necesario conocer algunas particularidades del sistema motor. Por ejemplo, el desarrollo las estructuras óseas continúa con el crecimiento y no concluye hasta la adolescencia, existiendo diferencias entre los sexos; concluyendo dicho proceso primero en la mujer (aproximadamente entre los 18-20 años) y luego en el hombre (entre los 20-22 años).

Otro aspecto a tener en cuenta es que los niños comparados con los adultos presentan una gran flexibilidad y plasticidad en los huesos ante determinadas fuerzas externas y existe mayor cantidad de tejido cartilaginoso en los huesos infantiles.

Teniendo esto en cuenta, al planificar las sobrecargas en niños no es recomendado la realización de un test de fuerza máxima. El entrenador, podrá considerar como resultado máximo el peso que el niño pueda realizar entre 4 y 6 repeticiones por series en un ejercicio determinado.

El músculo esquelético del niño se caracteriza por tener menor volumen y manifestar menor fuerza, causado esto por presentar menor grosor sus fibras musculares y presentar menos proteínas contráctiles.

Junto al crecimiento de los jóvenes, los músculos se van desarrollando, observándose un incremento de la fuerza muscular en la medida que se acerca a la adolescencia, siendo este incremento mayor en los varones, como consecuencia de un aumento de los andrógenos que influyen positivamente en el incremento de la masa muscular.

Como bien sabemos, con el nacimiento del niño se continúan los procesos de crecimiento y desarrollo de los órganos y el corazón no queda exento de ello, pues va aumentando de tamaño paralelamente al resto de las dimensiones corporales hasta la edad juvenil.

Cambios Físicos y Biológicos en los Jóvenes

Debido a que el corazón del niño presenta menor volumen, cavidades más pequeñas y menor fuerza de contracción que el corazón del adulto, el volumen de sangre que eyecta en cada contracción hacia las arterias es menor (volumen sistólico) por lo que se hace necesario latir mayor número de veces en un minuto para mantener el volumen minuto sanguíneo acorde a los requerimientos del organismo.

Estos indicadores cardiovasculares van aumentando en la medida que el niño crece y se desarrolla, siendo este incremento mayor si practica sistemáticamente algún deporte.

Al analizar el comportamiento de la frecuencia de las contracciones cardíacas, se observa que el infante presenta mayor número de contracciones por minuto en estado de reposo que los jóvenes, lo que nos demuestra que este indicador disminuye en la medida que aumenta la edad.

Sin embargo, se ha demostrado en diversas investigaciones que bajo la influencia de ejercicios físicos bien planificados, éste indicador cardiovascular en estado de reposo es menor.

Muchas investigaciones han demostrado que en la medida que aumenta la edad disminuye la frecuencia cardíaca en reposo y ante trabajos submáximos (moderados). Sin embargo, bajo los efectos de un entrenamiento sistemático, existen mayores posibilidades funcionales del trabajo cardíaco, pudiendo ocurrir un mayor incremento de la frecuencia cardíaca ante cargas máximas.

Es por ello, que en adolescentes entrenados al realizar test de esfuerzos máximos se han encontrado cifras de 200 o más pulsaciones por minuto, sin llegar a la fatiga, además se ha comprobado que los procesos de recuperación son más eficientes y rápidos.

Sistema Respiratorio de los Niños

Al referirnos a los órganos de la respiración y los mecanismos que garantizan la obtención de la energía (ATP) necesaria para que ocurra la contracción muscular, debemos plantear que en los escolares están menos desarrollados que en los adultos y que en la medida que aumenta la edad se alcanza un mayor desarrollo.

Es característico de los escolares presentar una respiración más superficial y mayor frecuencia respiratoria por minuto, debido entre otros factores a que los músculos respiratorios aún no se han desarrollado totalmente y están menos fortalecidos.

En los escolares el gasto de energía por kilogramo de peso corporal es mayor que en los adultos. Esto se basa fundamentalmente en que los procesos de oxidación son mayores; es decir, con igual trabajo los niños gastan más energía que los adultos y además sus posibilidades energéticas son menores.